Hijos únicos

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A los hijos únicos siempre les ha acompañado la mala fama de ser egoístas, caprichosos y mimados.

En principio, a pesar de su mala fama, ser hijo único no determina en sí mismo ninguna ventaja ni tampoco ningún inconveniente. Todo depende del tipo de educación que reciben estos niños de sus progenitores. Para triunfar en la tarea lo mejor es saber cuáles son los riesgos que se corren.

No pueden compartir en casa experiencias con otros iguales. Todo es para él. Siempre es el mejor o el peor, pero en cualquier caso tiene asegurado el puesto de honor en el corazón de sus padres, que es lo más importante para un niño.

Los padres pueden fomentar que sus hijos desde muy pequeños jueguen con otros, enseñarles a compartir, a perder, a argumentar y a tener en cuenta los sentimientos de los demás.

Los padres no deben sobreprotegerlos. El niño tiene que aprender a luchar para conseguir lo que quiere.

No es positivo que el niño esté siempre rodeado de adultos ya que esto podría anular las posibilidades que tiene de desarrollarse por sí solo.

Hay que fomentar todas las oportunidades que tenga de jugar con otros pares. Y cuando lo hace, es necesario dejarlo que arregle sus peleas por sí solo. Hay que buscar actividades deportivas y lúdicas en las que pueda competir y compartir experiencias con otros de igual edad.

Por otro lado, los hijos únicos disfrutan del afecto, lo que les da seguridad. El ser valorado les enseña a valorarse. Es muy importante que desarrollen habilidades sociales, pues las necesitarán con sus pares en la escuela y posteriormente con todas las personas con quienes se rodeen.

Algunos estudios coinciden en atribuir a los hijos únicos mayor capacidad intelectual debido a la mayor atención y estimulación de la que han sido objeto. Además, son niños muy seguros gracias a la estrecha relación que han establecido con sus padres.

Acostumbrados a ser el centro de la casa, con frecuencia son los líderes del grupo y saben hacerse querer.

En numerosas ocasiones los padres se sienten “culpables” de la soledad de su hijo. Ellos son los responsables de que no tenga ese hermanito-hermanita que en ocasiones tanto añora. Es precisamente ese sentimiento de culpabilidad el que hace que interfieren en todas y cada una de las facetas de la existencia del niño, existiendo el riesgo de que se consienta demasiado al niño. Y al darles demasiado protagonismo se corre el riesgo de convertir a los niños en pequeños tiranos de la familia y su entorno.

Dicha sobreprotección puede agobiar tanto a los niños que sólo actúen para contentar a sus padres o que agrave los temores del propio niño.

Otro de los riesgos que corren los padres de un único hijo es darles una educación obsesiva repleta de actividades extra escolares —informática, piano, clases de tenis— que hagan de su pequeño el gran genio que ellos ansían. (hay que revisar muy bien las expectativas de los padres hacia los hijos y ver si estas son realistas u ocasionarían mucha frustración para ambos lados)

Es tarea de los padres enseñar a sus hijos que la vida está llena de frustraciones y que además de recibir hay que saber dar y no siempre se tiene la razón.

Algunos tips:
  • Evita ser demasiado absorbente con tu hij@.
  • Busca no sobreprotegerl@.
  • Respeta y acepta sus defectos y fallos.
  • Valora sus logros pero no lo elogies demasiado.
  • No te olvides del afecto. Eso le dará seguridad.
  • Regáñal@ cuando sea necesario y no te sientas culpable por ello.
  • Combate su “soledad” fomentando el contacto y relaciones con otros niños.
  • Busca actividades deportivas y lúdicas en las que comparta con otros de su edad.
  • Evita que esté siempre rodeado de adultos.
  • La figura del padre representa un papel fundamental, ya que él puede ayudar a que no esté demasiado apegad@ a la madre.
  • No seas posesiv@. Déjal@ compartir con otr@s niñ@s.
  • Evita demasiado control. No le digas a todas horas: No toques, no hagas eso, te vas a lastimar, etc.
  • Ayúdal@ a solucionar sus propios problemas, pero no todos.
  • Invita a amig@s a jugar a casa y deja que vaya también a la suya.
  • Déjal@ que viva su infancia. No le trates como un adulto. Recuerda siempre que es un niñ@.

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