Los ataques de pánico son períodos en los que el individuo sufre de una manera súbita un intenso miedo o temor con una duración variable: de minutos a horas.
Generalmente aparecen de repente y pueden alcanzar su máxima intensidad en unos 10 minutos. No obstante, pueden continuar durante más tiempo si el paciente ha tenido el ataque desencadenado por una situación de la que no es o no se siente capaz de escapar.
Los datos registrados en la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (Medina-Mora y cols., 2003) concluyeron que el trastorno de pánico es uno de los más prevalentes y más crónicos y que su edad de inicio, con el tiempo, se vuelve cada vez más temprana.
En la ciudad de México, según Sandoval (1998), el trastorno de pánico tiene una prevalencia durante la vida del 1.2% en los hombres y 2.5% en las mujeres, con una frecuencia mayor en los sujetos con una edad comprendida entre los 25 y los 34 años. El trastorno es más frecuente en hombres solteros y mujeres casadas con un promedio de escolaridad de entre siete y nueve años.
Dado que el trastorno de pánico se acompaña de ciertos síntomas y trastornos físicos específicos, los pacientes que lo padecen por lo general acuden frecuentemente a la consulta de medicina general, en lugar de acudir a la unidad psiquiátrica. En este sentido, la frecuencia de los ataques de pánico es de 3.2% en mujeres y de 1.3% en hombres. (Garnica y Sandoval, 1999).
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