Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean.
El perdón tiene que ver con algo que alguien da, un obsequio, un presente, una decisión de dar, de obsequiar. El verdadero perdón debe modificar algo en nosotros y algo de la relación nuestra con lo sucedido; es un cambio interior.
Seguramente nos hemos dicho alguna vez “yo perdono, pero no olvido”, pero ¿nos hemos preguntado si esta forma de pensar nos está robando un cúmulo de energía? Todas esas cosas que dejamos de hacer y que representan tiempo, esfuerzo, renuncias para sostener un recuerdo, incluso la energía necesaria contra el olvido, alimenta eso que no se olvida en lugar de la posibilidad de lograr una paz interior.
Cuando alguien nos ofende, ¿qué valor o espacio le asignamos a esa persona? ¿le damos la potestad de marcar nuestra vida por muchos años, viviendo atrapados y torturados o simplemente ignoramos lo sucedido?
La ofensa puede ser lanzada pero no recibida, no aceptada y si no es aceptada no tiene efecto. Cae en el olvido. De igual forma la ofensa puede ser lanzada y ser recibida, aceptada. Esto implica un gasto de energía porque para sostener esa ofensa debo de trabajar en el “no olvido”, recordando, sosteniendo esa verdad.
Tomar la decisión de perdonar nos permite liberarnos. Perdonar es posible solamente cuando decidimos perdonarnos a nosotros mismos y entendemos que nadie marca el rumbo de nuestras vidas. Perdonar entonces es un presente, un regalo, un obsequio que en un primer momento nos damos a nosotros mismos.
Es importante resaltar que la indignación e incluso la ira son reacciones normales y hasta necesarias en ciertas situaciones. Perdonar no es cerrar los ojos ante el mal, no es negar que exista objetivamente una injusticia. Si lo negara no tendría nada que perdonar.
Cuando perdono no solo libero al otro de la culpa sino que en primer lugar me libero a mí mismo. Estoy dispuesto a desatarme de los enfados y rencores. Superar las ofensas es una tarea sumamente importante porque el odio y la venganza envenenan la vida. Las heridas que no han sido curadas pueden reducir nuestra libertad, dando origen a reacciones desproporcionadas y violentas.
Una persona herida, hiere a las demás. En ocasiones, oculta su corazón detrás de una coraza, lo que la hace parecer dura e inaccesible. En realidad no es así.
Lo más recomendable es descubrir esas llagas y limpiarlas para que sanen. Ordenar nuestro interior es un paso importante para hacer posible el perdón. Dar este paso no es fácil. El perdón es un acto de voluntad. Se puede perdonar llorando.
Perdonar nos hace libres de la carga que representa el rencor y reduce el temor a ser rechazado, abandonado o engañado en un futuro y eso mejora la confianza que se tiene en sí mismo y en los demás.